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Asociaciones de vecinos y democracia directa

por Cristóbal Dobarro Gómez

Como decía Alexis de Tocqueville, “la fortaleza del Estado no se encuentra en los resortes de su poder, sino en la voluntad de sus ciudadanos”. Esta afirmación resulta hoy más que nunca certera, atendiendo a las transformaciones que se han producido tanto en el Estado como en la propia sociedad que le da sustento. En efecto, el auge de la llamada sociedad civil, se ha venido sucediendo junto con la consolidación de un modelo democrático de masas, en el que la participación formal de los ciudadanos en los poderes públicos se limita, en muchos casos, al ejercicio de su derecho al voto.

Ante esta realidad, las asociaciones y grupos de representación de los colectivos sociales han formado el llamado, por Manuel García Pelayo, “segundo círculo de poder”; por cuanto sin participar directamente en la adopción de las políticas y decisiones públicas, sí las orientan y condicionan, convirtiéndose en un referente fundamental para el buen funcionamiento de las instituciones públicas.

En el contexto de las Administraciones Públicas territoriales más cercanas al ciudadano; esto es, las Administraciones autonómica y local; este segundo círculo de poder se encuentra formado, en gran medida, por las Asociaciones de vecinos. Las mismas permiten aglutinar los intereses de los ciudadanos, sirviendo como perfecto indicador de las necesidades e intereses de la población para las Administraciones Públicas.

En concreto, el movimiento vecinal proporciona una mediación entre las fuerzas sociales y las instituciones públicas más eficaz que la que podrían proporcionarles los canales estrictamente jurídicos o las formas más laxas de relación; establece un área más funcional que las de las propias instituciones para ventilar cuestiones atendiendo a la objetividad de los problemas planteados, ya que pretende dejar al margen las cuestiones ideológicas; y constituye un procedimiento más adecuado al entendimiento, ya que la gente entiende mejor en la solución de problemas concretos que respecto de la solución de grandes fines y objetivos.

Asimismo, las asociaciones de vecinos tienen la posibilidad de servir como hilo conductor para que, por mediación de las Administraciones Públicas, sus acuerdos, inquietudes y convicciones resulten trasladables a la sociedad, mediante su posible transformación en actos administrativos, por tanto jurídicamente vinculantes.

Por ello, debe reconocerse a las Asociaciones de Vecinos un papel esencial en el desarrollo del actual modelo democrático, dado que configuran medios adecuados para reforzar la llamada “democracia directa”, así como la participación activa de los ciudadanos en los asuntos públicos.

En consecuencia, valgan estas líneas para reconocer la capital importancia que tienen hoy las asociaciones de vecinos, valorando igualmente el esfuerzo que día a día están llevando a cabo todas aquellas personas que, desinteresadamente, dedican su tiempo al asociacionismo vecinal, por cuanto tal dedicación servirá sin duda para profundizar y avanzar en el sentido democrático de la sociedad actual.

En cualquier caso, lo expuesto tiene especial relevancia en una tierra como la nuestra, por cuanto en Galicia lo comunal y lo colectivo cobran una importancia que sólo se puede entender desde el sentimiento de la tierra como propia y de cada uno como propio de la tierra.